Aprender a perder el tiempo.

Una de las sensaciones más usuales en los días de hoy, considero, es la tendencia a buscar ocio. Sin embargo, me resulta muy llamativo el hecho de que al estar disfrutando suele emerger ese recuerdo de labores no realizadas.

Procrastinación, así se le conoció hace unos años a esa situación en las redes. Aparecieron miles de memes sobre ello. Todos lo hemos vivido, decidimos hacer algo que disfrutamos pero al tiempo padecemos la preocupación de no hacer lo que debemos. ¿Qué es lo que debemos hacer realmente?

Bogotá es una ciudad donde desplazarse reclama, promedio, unas dos o tres horas al día. No sé ustedes, pero a mi modo de ver, eso sí que es perder el tiempo. Quienes se desplazan en bici gastan un tanto menos tiempo y disfrutan un poquito más; igual, respiran la mierda que les arrojan los buses. Deal with it.

Me pregunto si decidir estar en casa, sin hacer labores, es realmente perder el tiempo. Leer lo que quiero y no lo que solicitan en la materia de relleno en la universidad. Quedarse viendo un zapato durante media hora después de bañarse, contemplando literalmente la nada. Bajar y bajar en facebook, actualizando la página con la esperanza de ver algo nuevo, para volver a ver lo mismo por horas. Hay una gran riqueza en formas de perder el tiempo. ¿Todas son valiosas en igual medida?

Yo intentaría catalogar las formas de perder el tiempo. Por un lado dejaría aquellas actividades que, no siendo nada productivas, sólo generan entretenimiento. En el otro lado, aunaría las actividades que no siendo productivas con relación a los deberes de las instituciones (Universidad, trabajo, familia) ofrecen una especie de crecimiento personal.

¡Y sí! ¡Hay momentos donde vale la pena mandarlo todo a la mierda! (Pero con cuidado, no tan a la mierda) Momentos en los cuales nuestras decisiones se acercan a las preocupaciones más profundas de nuestra vida, me refiero a invertir tiempo a esos aspectos de los cuales nadie puede cuidar, nadie más que uno mismo.

La tranquilidad es un aspecto de ellos, si por la sociedad de hoy fuese nadie tendría tranquilidad. Deténganse un momento y piense si su vida es tranquila, de llegar a una conclusión contraria, fíjense cómo la intranquilidad que ha identificado se relaciona de manera directa con las labores institucionales. Puede que la estructura de la vida contemporánea, de las instituciones, no tenga en cuenta la tranquilidad y la felicidad de las personas que habitan en ella. En ese sentido ¿Por qué no aprender a perder el tiempo?

Aprendamos a buscar esa satisfacción, a dejar de lado labores que poco enriquecen la vida y la personalidad de cada quien. Ojo, no los invito a que se hagan echar de sus trabajos, no sean pendejos. Hay que perder el tiempo que la sociedad dispone para el trabajo excesivo, encontrando formas de trabajar en uno mismo. Generando formas de re-crearse, de crear nuevas versiones de sí mismo, versiones llenas de fuerza para no hacer parte de todo lo que más criticamos. A lo mejor así, se me ocurre, podremos empezar a manejar de mejor modo situaciones cotidianas, como la intolerancia en el transmilenio.

¿Quien quita?

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